invocación
Miras al frente, alcanzas el horizonte y desde ahí levantas la mirada. En ocasiones, el cielo se parece al mar: a los ojos le quitan su suelo.
Estás esperando un augurio, pero no llega. Habrás de dibujarlo tú misma. Para eso, repetirás “yo te invoco, celeste”.
Yo te invoco, celeste. Mantendrás tus ojos cerrados y tu atención completamente dirigida a tu voz, que no podrá dejar de repetir. Sabrás que es momento de abrir los ojos luego de haber tocado todos los azules, todos. Los que raspan, los que llueven, los que asustan y los que queman. Yo te invoco, celeste.
Ya con los ojos abiertos, te invadirá la confusión acompañada de un ligero mareo. ¿Dónde estás? ¿Acaso hace falta luz? ¿Acaso has visto esto antes? Buscando nombrarlo no podrás más que balbucear. Si caminas, sentirás que avanzas pero también que caes. Quedarás exhausta de perseguir sus detalles, porque nunca se está quieto. En la memoria no encontrarás nada aun si algo en tu piel se siente familiar. Tus manos indicarán azul, pero tus ojos no estarán convencidos.
De poco te servirán las palabras. Antes te han fallado cuando se muestran vagas, injustas o dolorosas; aquí será diferente. Te parecerán extrañas. Ni acercándote a las que prometen ser más precisas encontrarán sosiego tus ojos. Al augurio que viene le darás forma en silencio.
Comenzarás a trazarlo. Se pondrán a tu disposición figuras antiguas, cubiertas con una finísima capa de polvo. Con amabilidad y mucho respeto les pedirás que se retiren, con un gesto que delata tus intenciones de producir algo nuevo. Antes de irse, te mirarán fijamente como queriendo insinuar algo.
Recorrerán tus labios, tu cuello, tus hombros, tu estómago, todo tu cuerpo. Sentirás cosquillas, reirás, y cuando vuelvas a quedarte en silencio, caerás en cuenta: buscaban insinuar tu voz. Así sentirán alivio tus ojos, sabiendo que tu voz les acompaña.
Con la mirada en calma comenzará el descenso. Aquel lugar de colores indistinguibles se consumirá lento y ahí, en ese espacio, levantarás tu augurio. Decidirás si es de día o de noche. Del viento modularás la fuerza y el sonido. Reconocerás los rostros de quienes participan en ese futuro, sólo habrás invitado a algunos pero a todos les darás la bienvenida. Quizás necesites algunos descansos, será una obra muy demandante. No podrás dejarlo inconcluso. Y si al final lo que ves no luce próspero, parece amenazante o dista mucho de tu presente, de todas formas estarás tranquila. Si lo deseas, repetirás tu invocación.
Texto escrito para Celeste, exhibición del dúo homónimo conformado por María Fernanda Camarena y Gabriel Rosas Alemán, en el Museo de Arte de Zapopan.
ig @ cuerpocelestemx
Zapopan, Jalisco, octubre 2020.

